lunes, 3 de octubre de 2016

Yoshinori Ohsumi gana el premio Nobel de Medicina 2016 por iluminar el sistema de reciclaje del cuerpo

El japonés Yoshinori Ohsumi (Fukuoka, 1945) ha sido galardonado hoy con el premio Nobel de Medicina por el descubrimiento de los mecanismos de la autofagia, el sistema de reciclaje del organismo. La palabra autofagia tiene su origen en el idioma griego y quiere decir "comerse a uno mismo". El concepto emergió durante la década de 1960, cuando los investigadores observaron que las células podían destruir sus propios contenidos, encerrándolos en membranas y enviando los vesículos resultantes al lisosoma, un orgánulo celular encargado del reciclaje, según ha detallado en un comunicado el Instituto Karolinska, que otorga el premio.
Poco se sabía sobre este fenómeno, hasta que a comienzos de la década de 1990, "en una serie de experimentos brillantes" con levaduras de panadero, según el Karolinska, Ohsumi identificó los genes de la autofagia. El investigador japonés trabajaba entonces en el Instituto de Tecnología de Tokio.
"Los descubrimientos de Ohsumi condujeron a un nuevo paradigma en nuestra comprensión sobre cómo la célula recicla su contenido", prosigue el comunicado. El japonés observó que las células humanas empleaban una maquinaria similar a la de las levaduras. Desde entonces, la comunidad científica ha detectado que las mutaciones en los genes de la autofagia pueden provocar enfermedades. Y que el propio proceso de autofagia está implicado en varios trastornos, incluyendo el cáncer y el párkinson, además de participar en la respuesta a las infecciones y en la adaptación a la falta de alimento.
El científico belga Christian de Duve acuñó el término autofagia. Ganó el premio Nobel de Medicina de 1974 por el descubrimiento del lisosoma dos décadas antes. Su equipo había descrito un nuevo orgánulo celular que contenía enzimas que digerían proteínas, azúcares y grasas. Posteriormente, se observó que la célula podía llevar grandes cantidades de material al lisosoma para su degradación, dentro de vesículas llamadas autofagosomas.
"Los descubrimientos de Ohsumi condujeron a un nuevo paradigma en nuestra comprensión sobre cómo la célula recicla su contenido
Las células emplean la autofagia para obtener energía y materiales de manera rápida en caso de inanición o situaciones de estrés. En infecciones, las células también utilizan la autofagia para eliminar bacterias o virus invasores. El mecanismo sirve a su vez como sistema de control de calidad para deshacerse de proteínas u orgánulos defectuosos, que van surgiendo de manera natural con el envejecimiento.

"Nos han facilitado el trabajo"

Científicas del campo en el que fue pionero Ohsumi han celebrado el galardón de su colega japonés. "El premio Nobel es muy merecido y además, hay que reconocer la gran generosidad de la comunidad científica japonesa que trabaja en autofagia con los equipos de todo el mundo. Nos han facilitado todo para que pudiésemos ayudar a avanzar este campo", ha afirmado Patricia Boya, responsable el grupo que estudia las funciones de la autofagia en la fisiopatología de los organismos en el Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC. Caty Casas, investigadora de la Universidad Autónoma de Barcelona, considera que este Nobel "reconoce por fin este proceso en toda su magnitud".
Muchas quinielas previas al anuncio apuntaban a la herramienta CRISPR de edición genómica como ganadora del Nobel de Medicina de 2016. Uno de los candidatos era el microbiólogo español Francis Mojica, descubridor de este sistema de cortapega genético en las bacterias. Finalmente, el Nobel ha ido para el campo de la autofagia, aunque la comunidad científica da por hecho que la técnica CRISPR recibirá el premio en futuras ediciones.

Una montaña rusa contra las piedras en el riñón

¿Tiene usted un cálculo renal? Pues váyase al parque de atracciones más próximo y hágase un viaje, o varios, en una montaña rusa, preferiblemente en uno de los vagones traseros. Ese es el consejo que da un urólogo de Estados Unidos tras analizar, y comprobar, el efecto que esta atracción tiene en las piedras en los riñones.
David Wartinger es un profesor emérito de la Universidad estatal de Michigan. Durante años, observó que muchos de los enfermos que trataba por cálculos renales habían eliminado las dolorosas piedras alojadas en sus riñones al regresar de unas vacaciones en uno de los parques temáticos de Orlando (Florida), un destino favorecido por los residentes de este Estado donde los inviernos alcanzan temperaturas glaciales. El fenómeno había sucedido, según le relataban sus pacientes, bien durante o inmediatamente después de haberse subido a una montaña rusa.
Todo aquel que haya padecido un cálculo renal conoce el profundo dolor que puede llegar a provocar esa piedra, por pequeña que sea, tanto en el riñón como durante su proceso de expulsión. Hay quien incluso lo compara al dolor de un parto. Y en países como Estados Unidos, puede resultar además muy caro. Cada año, más de 300.000 estadounidenses acuden a urgencias por un cólico nefrítico. Estudios calculan que el costo de tratar esta dolencia en este país oscila entre los 5.000 y 10.000 dólares. Y advierten de que el número de casos -y costos- seguirá aumentando, en vista de que detonantes de los cálculos renales, como la obesidad y la diabetes, también están en alza.
Así que encontrar un método alternativo, natural, menos doloroso y, también, menos caro, es una prioridad que el profesor Wartinger no podía ignorar. El caso que lo convenció para analizar más de cerca esas historias de cálculos renales y montañas rusas, según relató en los pasados días a varios medios estadounidenses, fue el de un paciente que le aseguró que llegó a expulsar de forma espontánea hasta tres piedras del riñón tras realizar sendos viajes en una de estas atracciones.
Ese enfermo, al igual que otros con similares experiencias, se había subido a una montaña rusa concreta: la Big Thunder Mountain Railroad del parque de Disney en Orlando. Esta atracción recrea de la huida a bordo de un tren de una mina en una montaña durante la era de la fiebre del oro en EE UU. No es precisamente la más moderna ni arriesgada, ya que no pone a los pasajeros cabeza abajo y tampoco alcanza una velocidad mayor a los 56 kilómetros por hora durante un viaje de dos minutos y 30 segundos. En su “escala” de montañas rusas peligrosas, las guías turísticas le dan un 5 sobre el máximo de diez puntos.

La última fila, lo más efectivo

“Los asientos del fondo son la mejor experiencia”, recomiendan estas guías. Por motivos médicos, Wartinger coincide. Así lo asegura en el estudio “Validación de un modelo renal pielocalicial funcional para la evaluación del paso de cálculos renales subido a una montaña rusa”, que publica en su edición de octubre elJournal of the American Osteopathic Association.
“Los cálculos renales tenían el doble de posibilidades de ser eliminados con el modelo localizado en el asiento trasero”, cuenta Wartinger también en un vídeo en el que explica su experimento. Para llevarlo a cabo, Wartinger y otro profesor, Mark Mitchell, crearon un modelo 3D de silicona de un riñón, en el que introdujeron tres cálculos renales reales. Metieron el “riñón” en una mochila y se compraron un billete a Orlando, donde se procedieron a montarse una y otra vez —hasta 20 veces— en diferentes vagones de la montaña rusa, con la mochila situada entre los dos, a la altura real de los riñones, lo que les permitió comprobar lo que les habían contado los pacientes.
Eso sí, para que los resultados sean óptimos, es decir, que el enfermo pueda expulsar de forma espontánea las piedras del riñón, la montaña rusa ideal “somete a los pasajeros a rápidas caídas y giros cerrados, pero no los invierte ni supera los 64 kilómetros por hora”, subraya Wartinger. Además, los resultados son mejores si la piedra no ha alcanzado los 5 milímetros, que es cuando se estima que empieza a crear una obstrucción que puede llegar a requerir de una intervención para su eliminación.
Su conclusión científica: “Montar en una montaña rusa puede ofrecer al paciente un entretenimiento, así como una opción preventiva y terapéutica a la medicación, restricciones alimentarias y hasta cirugía”. Y, tal como añadió en la revista de su universidad, al menos en Estados Unidos, “definitivamente, es una alternativa más barata al tratamiento médico”.