miércoles, 18 de febrero de 2009

Inflación

Llegaba la hora de la incursión a medianoche en el mundo de la cosmología. A las once, su hijo Larry y su mujer Susan ya estaban acostados. Se dirigió a su despacho instalado en la habitación de invitados de su casa-rancho, situada tan cerca del Acelerador Lineal de Stanford (California) que podía ir a trabajar en bicicleta. El alquiler estaba por encima de sus posibilidades, pero allí iban a vivir sólo un tiempo: después volverían a Cornell.

Se sentó. Había silencio; era el mejor momento del día para trabajar. Abrió su cuaderno y encabezó la página con letra pequeña: «EVOLUCIÓN DEL UNIVERSO. Me gustaría considerar los efectos de (1) una constante cosmológica, y (2) la congelación de grados de libertad en la evolución del universo». Debajo escribió las ecuaciones estándar de un universo en expansión. Hacia la una de la madrugada, y después de tres páginas de cálculos, se encontró con una sorpresa: casi nada más nacer, el universo entero se desbocaba. Lo que esa noche del 6 de diciembre de 1979 había encontrado era de tal magnitud que si al virus de la gripe le pasara lo mismo, en un chascar de dedos se haría mucho más grande que el universo visible actual. A una cien millonésima de billonésima de billonésima de segundo de nacer el universo había doblado su tamaño casi 1.000 veces. A este proceso de duplicación exponencial su descubridor, Alan Guth, lo llamó inflación.

Si Guth tiene razón, el universo es más vasto de lo que podamos imaginar. En menos de lo que dura un parpadeo el universo visible, el que alcanzamos a ver con nuestros telescopios, podría haber brotado de un trozo de la gran explosión no mayor que un protón. El universo observable no es más que un pedazo insignificante de un pastel mucho mayor, el universo real.

El debate sobre la inflación sigue después de casi 30 años: nadie sabe si es una buena hipótesis, pero es la única que nos explica por qué el universo es tan uniforme y por qué es tan grande. Así es la parte de la cosmología que estudia lo que sucedió en los primeros balbuceos del universo: un puro ejercicio teórico, una búsqueda con papel y boli. Jamás podremos obtener ninguna prueba directa de lo que sucedió; es una época que siempre nos estará vedada. Resulta ciertamente chocante: el mayor derroche de energía conocido está envuelto por un velo de total oscuridad.

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