Uno de los personajes más curiosos de la historia de las matemáticas ha sido el suizo Jean Bernoulli, hijo, hermano, abuelo, bisabuelo y tatarabuelo de eminentes matemáticos. Su brillantez intelectual le llevó a ocupar la cátedra de matemáticas que su hermano dejó en Basilea al morir.
Jean Bernoulli era un hombre con una alarmante falta de tacto. Por culpa de ello en más de una ocasión tuvo agrias disputas con su hermano. Además tenía un carácter irascible. Cuando el inglés Newton y el alemán Leibniz discutían sobre quién era el padre del cálculo diferencial -una discusión que se convirtió en una pelea nacionalista: los de las islas contra los del continente-, Bernoulli tomó partido por Leibniz y atacó a Newton con fiereza. De hecho, algunos historiadores de las matemáticas lo llaman el bulldog de Leibniz, pues hizo por la causa del matemático alemán lo que años después haría Huxley por la teoría de la evolución de Darwin y por lo que se ganó ese sobrenombre.
Por si todo esto no fuera poco, Jean Bernoulli era también tremendamente celoso. Su hijo Daniel, otra mente admirable, se presentó a un premio de matemáticas que concedía la Academia de Ciencias de París. A ese mismo premio optaba su padre. La Academia premió a Daniel y su padre lo echó de casa. Peso a todo, Jean era un excelente maestro y un investigador infatigable.
Jean tuvo, además de Daniel, dos hijos más: Nicolaus III y Jean II. Quizá resulte tan curioso que los Bernoulli, además de ser una familia con seis generaciones de matemáticos y demostraran una imaginación desbordante a la hora de demostrar teoremas, no hicieran lo propio cuando había que bautizar a sus hijos: en la familia hay cuatro Nicolaus, tres Jean, dos Jacques y dos Daniel. Pues bien, como decía, los hermanos Daniel, Nicolaus y Jean fueron profesores de matemáticas en diferentes universidades: en San Petersburgo estuvieron Nicolaus y Daniel, y en Basilea, Daniel y Jean. Y tenían un primo, también llamado Nicolaus, que ocupó la cátedra de matemáticas de Padua en Italia, la misma que tiempo atrás ocupara Galileo.
Y aunque aún hubo otros Bernoulli que alcanzaron cierta fama en matemáticas, ninguno brilló con luz tan brillante como sus antecesores.
Jean Bernoulli era un hombre con una alarmante falta de tacto. Por culpa de ello en más de una ocasión tuvo agrias disputas con su hermano. Además tenía un carácter irascible. Cuando el inglés Newton y el alemán Leibniz discutían sobre quién era el padre del cálculo diferencial -una discusión que se convirtió en una pelea nacionalista: los de las islas contra los del continente-, Bernoulli tomó partido por Leibniz y atacó a Newton con fiereza. De hecho, algunos historiadores de las matemáticas lo llaman el bulldog de Leibniz, pues hizo por la causa del matemático alemán lo que años después haría Huxley por la teoría de la evolución de Darwin y por lo que se ganó ese sobrenombre.
Por si todo esto no fuera poco, Jean Bernoulli era también tremendamente celoso. Su hijo Daniel, otra mente admirable, se presentó a un premio de matemáticas que concedía la Academia de Ciencias de París. A ese mismo premio optaba su padre. La Academia premió a Daniel y su padre lo echó de casa. Peso a todo, Jean era un excelente maestro y un investigador infatigable.
Jean tuvo, además de Daniel, dos hijos más: Nicolaus III y Jean II. Quizá resulte tan curioso que los Bernoulli, además de ser una familia con seis generaciones de matemáticos y demostraran una imaginación desbordante a la hora de demostrar teoremas, no hicieran lo propio cuando había que bautizar a sus hijos: en la familia hay cuatro Nicolaus, tres Jean, dos Jacques y dos Daniel. Pues bien, como decía, los hermanos Daniel, Nicolaus y Jean fueron profesores de matemáticas en diferentes universidades: en San Petersburgo estuvieron Nicolaus y Daniel, y en Basilea, Daniel y Jean. Y tenían un primo, también llamado Nicolaus, que ocupó la cátedra de matemáticas de Padua en Italia, la misma que tiempo atrás ocupara Galileo.
Y aunque aún hubo otros Bernoulli que alcanzaron cierta fama en matemáticas, ninguno brilló con luz tan brillante como sus antecesores.
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