miércoles, 18 de febrero de 2009

Métodos anticonceptivos

Nada hay nuevo bajo el sol. Por ejemplo, en lo de poner medios para no tener hijos. La marcha atrás o coitus interruptus ya aparece mencionada tanto en el libro del Génesis como en el Corán. En el Egipto de 1850 a. C., según menciona el papiro Kahun, se empleaban pesarios vaginales confeccionados con estiércol de cocodrilo. Ciertamente, un dispositivo de este estilo debía ser efectivo, siempre y cuando la pobre mujer sobreviviera a la infección. Desde luego, el efecto disuasorio estaba asegurado: con el hedor que debía emanar pocos se arriesgarían a poner su miembro viril en semejante orificio… Otro método más higiénico mencionado en el papiro de Ebers era el uso de tampones con plumón embebido en jugo de acacia fermentada.

En la Roma del siglo II un médico griego de nombre Soranos de Éfeso proponía el empleo de tampones vaginales de lana empapada en aceite ácido, goma de cedro, miel, granada y pulpa de higo. Su pretensión era bien clara: precintar el acceso a los espermatozoides.

En el siglo XVI Falopio, el mismo del de las trompas, describió el empleo de una vaina de lino protectora del pene en lo que podemos considerar la primera descripción conocida de un preservativo. Lo curioso es que no la mencionó como método anticonceptivo sino como forma de prevenir las enfermedades venéreas.

Ya en el siglo XIX se utilizaron supositorios de manteca de cacao como método anticonceptivo y un médico de nombre Knowlton proponía aplicar en la vagina sulfato de cinc justo después del coito. A comienzos del siglo XX el médico alemán Richter sugirió el uso del intestino del gusano de seda como dispositivo intrauterino: era el primer DIU. Para fijarlo al útero, un compatriota suyo planteó el uso de un alambre de plata colocado alrededor del intestino del gusano.

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