En 1813 se reconoció a Humphry Davy, el científico más extravagante de aquellos días, como el verdadero inventor de la lámpara de seguridad para las minas.
Poseedor de la Legión de Honor concedida por Napoleón por sus trabajos sobre galvanismo y electroquímica, Davy diseñó la famosa lámpara que lleva su nombre para prevenir las explosiones de metano en las minas de carbón. En realidad, su destino último no fue la prevención de explosiones de grisú. Los propietarios de las minas, deseosos de ganar dinero, la utilizaron para explotar minas hasta entonces inaccesibles a causa de los gases, por lo que la tasa de accidentes continuó siendo la misma.
Tras numerosos experimentos, Davy había encontrado que si rodeaba la llama de la lámpara por una fina gasa metálica el calor desprendido no inflamaba el gas circundante pues se invertía en calentar el metal. Por este descubrimiento recibió un premio de 2.000 libras esterlinas y las alabanzas de la Royal Society. Sin embargo, el premio debió ser compartido, o entregado por entero, a un guardafrenos de vagonetas e hijo de fogonero llamado George Stephenson.
Stephenson, cuya única instrucción formal fue la recibida en la escuela nocturna, había inventado antes que Davy una lámpara basada en el mismo principio —la llama era rodeada por una placa de metal agujereada— que ya se estaba usando en muchas minas inglesas. Al enterarse del galardón Stephenson se enfureció muchísimo. De poco sirvió: le negaron el derecho a la patente y al premio. Sus defensores hicieron una colecta pública y recaudaron 1.000 libras que le entregaron a modo de gratificación. Davy y sus seguidores de la clase media y alta inglesa no aceptaron el dictamen: era inconcebible que un hombre sin educación pudiera haber inventado lo mismo que una de las mejores mentes británicas.
El dinero no sólo apaciguó a Stephenson sino que le permitió iniciar el trabajo con el que le recordaremos como uno de los más grandes inventores de la Humanidad: la locomotora de vapor.
Poseedor de la Legión de Honor concedida por Napoleón por sus trabajos sobre galvanismo y electroquímica, Davy diseñó la famosa lámpara que lleva su nombre para prevenir las explosiones de metano en las minas de carbón. En realidad, su destino último no fue la prevención de explosiones de grisú. Los propietarios de las minas, deseosos de ganar dinero, la utilizaron para explotar minas hasta entonces inaccesibles a causa de los gases, por lo que la tasa de accidentes continuó siendo la misma.
Tras numerosos experimentos, Davy había encontrado que si rodeaba la llama de la lámpara por una fina gasa metálica el calor desprendido no inflamaba el gas circundante pues se invertía en calentar el metal. Por este descubrimiento recibió un premio de 2.000 libras esterlinas y las alabanzas de la Royal Society. Sin embargo, el premio debió ser compartido, o entregado por entero, a un guardafrenos de vagonetas e hijo de fogonero llamado George Stephenson.
Stephenson, cuya única instrucción formal fue la recibida en la escuela nocturna, había inventado antes que Davy una lámpara basada en el mismo principio —la llama era rodeada por una placa de metal agujereada— que ya se estaba usando en muchas minas inglesas. Al enterarse del galardón Stephenson se enfureció muchísimo. De poco sirvió: le negaron el derecho a la patente y al premio. Sus defensores hicieron una colecta pública y recaudaron 1.000 libras que le entregaron a modo de gratificación. Davy y sus seguidores de la clase media y alta inglesa no aceptaron el dictamen: era inconcebible que un hombre sin educación pudiera haber inventado lo mismo que una de las mejores mentes británicas.
El dinero no sólo apaciguó a Stephenson sino que le permitió iniciar el trabajo con el que le recordaremos como uno de los más grandes inventores de la Humanidad: la locomotora de vapor.
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